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Yo mismo hice todo lo que existe.
    Todo es mío».
    El SEÑOR lo ha dicho.

«Pero este es a quien aprecio:
    la persona pobre con un espíritu abatido
    que tiembla ante mi palabra.
El que mata un toro
    es como quien mata a un ser humano.
El que sacrifica un cordero
    es como quien le rompe el cuello a un perro.
El que ofrece una ofrenda de cereal
    es como quien ofrece la sangre de un cerdo.
El que quema incienso de ofrenda
    es como quien bendice a un ídolo.
Han elegido sus propios caminos
    y les gustan sus prácticas asquerosas.
Yo también elegiré darles duro trato a ellos
    y haré que les suceda lo que temen.
Porque llamé y ninguno respondió;
    hablé y nadie escuchó.
Hicieron lo que yo consideraba malo
    y eligieron lo que a mí no me agradaba».

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